jueves, 26 de junio de 2014

Nueva Ley Universitaria: primeras reacciones

Con una pequeña diferencia de votos, hoy 26 de junio de 2014 el Congreso de la República aprobó una nueva Ley Universitaria luego de meses de debate, discusiones, disputas y discusión pública. 

El texto aprobado es fundamentalmente igual al dictamen en mayoría presentado por la Comisión de Educación, Cultura y Deporte, salvo en lo concerniente a la Superintendencia de Nacional de Educación Superior Universitaria (Sunedu), cuyo texto original fue reemplazado (acumulado en términos de procedimiento parlamentario) por la propuesta presentada por el Ministerio de Educación (Minedu).

Dos cosas quedan claras en esta nueva Ley. No se atenta contra la autonomía universitaria, ni contra la iniciativa privada, y que el Estado se hace cargo de liderar las políticas de educación superior y de regular la calidad del servicio educativo.

Estas primeras reacciones consisten en los grandes temas que se propone la Ley.
  1. La Ley se reafirma en que la universidad es un espacio de construcción de conocimiento basado en la investigación y la formación integral. Las finalidades, la estructura y organización, las formas de graduación, las características del cuerpo docente, la obligatoriedad por los estudios generales, etc. indican que la reflexión académica es el centro articulador de la vida universitaria. No obstante, sincera una práctica común. Reconoce la existencia de programas no académicos orientados a la profesionalización como una opción universitaria. Y aun cuando a diferencia de otros países no se ha atrevido a denominar directamente "universidades de enseñanza", no limita en lo absoluto su existencia. 
  2. La Ley formula la regulación de la calidad a través de la creación de la SUNEDU. Instancia autónoma, cuyos miembros son elegidos mediante concurso público y como en países como EEUU y Colombia es la institución responsable del primer escalón de un sistema de aseguramiento de la calidad. Si bien, se ha decidido colocar "cuotas" para las universidades públicas y privadas (situación que no comprendo bien) rompe con aquello de ser "juez y parte", característica que llevó al mal funcionamiento de las responsabilidades de autorización de funcionamiento y sanciones a la ANR y el CONAFU, ambas instituciones que desaparecen
  3. La Ley sienta las bases para una reforma de los mecanismos de aseguramiento de calidad a través de la modificación en el enfoque de otorgamiento de autorizaciones de funcionamiento; es decir, se transita de un enfoque credencialista-burocrático (como el de CONAFU basado fundamentalmente en la elaboración de un documento llamado Proyecto de Desarrollo Institucional) hacia autorizaciones basadas en estándares de calidad. Un enfoque de control de calidad. Se suprime de tal modo, las licencias definitivas para pasar a licencias renovables. Junto con ello, plantea la reforma del Sistema Nacional de Evaluación, Acreditación y Certificación de la Calidad Educativa (SINEACE), con la finalidad de ajustar (espero que con miras al establecimiento de un Sistema de Aseguramiento de la Calidad) los procesos de acreditación.
  4. Queda pendiente mirar como funcionará el voto universal en las universidad públicas. No hay evidencia aún del impacto de su aplicación. Lo que queda claro es que la opción de la vieja lee universitaria no estaba funcionando. Las universidades privadas se rigen por sus estatutos. Falta también desarrollar estrategias para articular la universidad con la educación técnica y elaborar otros dispositivos legales que potencien esta nueva norma.

Con el paso de los días iré revisando en detalle los capítulos, pero como reacción general creo que hemos dado un paso adelante en la reforma universitaria. Pensar que esta ley solucionará el problema del sistema universitario es demagogia. Con esta Ley damos pasos importantes hacia la mejora de la universidad peruana. 

Desde hace algunos años, la universidad en el Perú no ha estado cumpliendo con su promesa de ofrecer una mejor vida, más movilidad social y más inclusión a los jóvenes más excluidos de nuestra sociedad. La promesa de democratización que acompañó las decisiones para la expansión universitaria no se cumplieron, como tampoco se cumplió la extendida falacia que el mercado regularía la calidad de esta expansión. Es tarea del Estado asegurar que toda la oferta universitaria tiene una calidad mínima para todos.

¡Tenemos una nueva Ley Universitaria luego de 30 años!


martes, 24 de junio de 2014

La Espera: la precariedad institucional y la banalidad del mal

[Comentarios al documental "La Espera". Cine Foro en el Instituto de Estudios Peruanos. 24 de junio de 2014]

La Espera. Historias del Baguazo


Primero quiero felicitar el trabajo de Fernando Vílchez y de su equipo técnico, por la narración, la música, los silencios, la historia, y el impecable trabajo de prensa de Claudia Cisneros, Katherine Subirana y Paola Ugaz; para luego decir que lo sucedido en Bagua en el 2009 es una situación indignante, atroz y nos debiera interpelar más intensamente que incluso hace 5 años. Nuestra inacción resulta incomprensible.

Confieso que he tenido que echar mano a todos los mecanismos internos de control con los que contamos para mediar entre la profunda ira y las ganas de reaccionar. Creo haberlo conseguido de alguna manera, de lo contrario mis comentarios hubieran sido inadmisibles para un espacio como este. Un espacio en el que queremos comprender al Perú.

Mucho de lo relatado en “La Espera” nos muestra un conjunto de errores, de incomunicación, de infortunios, de destiempos. Nos muestra cómo los hechos ocurren escondiéndose unos de otros. Como los peruanos nos ocultamos unos de los otros. Nos muestra la imposibilidad del encuentro. 

Pero también, “La Espera” exhibe de la manera más descarnada dos temas en los que quiero detenerme a comentar brevemente. Me refiero a la precariedad de nuestra democracia y a la fragilidad de nuestro Estado. 

1. Desigualdades sociales

La democracia no es solo, ni mucho menos, un actor formal. Es (o debiera ser) una práctica cotidiana en el que "distintos" nos comportamos como "iguales" frente a objetivos mayores que los propios. No obstante, allí donde este acuerdo mínimo no funciona, la democracia falla, muestra sus limites, resiente. 

Se ha vuelto común observar en la desigualdad un factor de ruptura de esos acuerdos. Desde hace algunos años, nos hemos venido preguntando en el IEP sobre la naturaleza de la desigualdad, sus orígenes, sus impactos. Algunas cosas aprendimos. 
  • Primero que se trata de desigualdades, así en plural. No solo se trata de un asunto redistributivo, sino que la representación y el reconocimiento forman parte de este problema.
  • Segundo que se trata de un asunto histórico y por lo tanto su abordaje requiere de mayor complejidad.
  • Tercero que se trata de un asunto de intensidades, no todas las desigualdades son iguales y por lo tanto son percibidas y atendidas de manera diferenciada.
  • Cuarto que se trata de un asunto que tiene que ver con la institucionalidad del Estado. Es un asunto de Estado.
  • Quinto, que las desigualdades son posible de intensificarse en momentos de crecimiento económico. Que el solo crecimiento no trae como se cree extendidamente igualdad.
  • Sexto, finalmente, que las desigualdades se hacen más complejas. Menos previsibles. Más horizontales. Más territoriales.
¿Es posible calidad de democracia con estas desigualdades? y no me refiero solo a democracia entendida como procesos electorales. Si no, me refiero a democracia como experiencia cotidiana de vida.

Lo sucedido en Bagua en el 2009 es una muestra de la básica interacción comunicativa que se requiere para desarrollar la democracia no existe. La premisa acerca de que los planteamientos que cada uno expone están sujetos a refutaciones y son susceptibles de ser modificados o enriquecidos por un “otro” distinto que es reconocido como un interlocutor válido no se respeta porque no hay posibilidad de comunicación equitativa entre desiguales.

"La Espera" nos muestra cuan desiguales somos ciudadanos de gobernantes. Políticos de policías. Policías de pobladores. Indígenas de gobernantes.

2. Discursos de éxito

El otro punto al que me quiero referir brevemente es al de la fragilidad del Estado. “La Espera” nos muestra una combinación de factores peligrosa que atenta contra la institucionalidad del Estado. Me refiero a la coexistencia de la incapacidad del gobierno, es decir de los actores con acceso al poder y la administración; es decir los sujetos y procedimientos propios del ejercicio del poder con un Estado legítimo, a partir de la legitimidad de los recursos materiales, pero sobre todo simbólicos, representados en el caso peruano alrededor del discurso de éxito. 

“La Espera” nos muestra cuán incapaces de actuar “profesional” y “éticamente” fueron el gobierno y su administración, a la vez que muestra cuán “justificado” parece estar esa incapacidad debido a los objetivos mayores de progreso y desarrollo articulados sobre un imaginario social de éxito construido a pulso en el marco de las transformaciones del Estado desde la década de los 90 en el país. El discurso del “perro del hortelano” solo sintetiza un proceso simbólico de construcción del ideal de buena y mejor vida que resulta irresistible, altamente tentador.

Con este discurso de éxito se valida la idea que la meritocracia es un sistema de premios que funciona invariablemente bien si el esfuerzo individual es genuino. Pero para asegurar el éxito se necesita darle la espalda a aquellas asimetrías sociales y culturales que se constituyen en barreras infranqueables que ponen el riesgo el sistema meritocrático. 

Bajo este discurso se requiere construir simbólicamente que el éxito de todos es posible de alcanzar sumando el éxito de individual. Ello no es posible si esos “cada uno” son diferentes. Para alcanzar el éxito del país, de la sociedad unos todos iguales tenemos que contribuir a esa idea de éxito también igual.

Quiero terminar volviendo a la emoción del principio. Hannah Arendt, luego de observar y analizar el juicio que el Estado de Israel le hizo a Adolf Eichmann, militar nazi acusado de genocidio contra los judíos durante la Segunda Guerra Mundial, sostuvo que la crueldad es posible que sea una práctica que se realiza de forma “burocrática”, como parte de un sistema, sin mayor reflexión ni consecuencia por los actos de quienes los cometen. 

A esto, Arendt llamó la “banalidad del mal”. Lo sucedido en Bagua, en la Curva del Diablo, en la Estación 6 y en muchos otros momentos de nuestra historia reciente son también muestras terribles de una banalidad del mal que está enquistada entre nosotros.