martes, 25 de febrero de 2014

Resistentes a la evidencia

A partir de la última CADE por la Educación, en mayo del 2013, se inició un debate sobre el papel de la iniciativa privada en la mejora de la educación del país. Este debate, se intensificó hacia finales de año. Probablemente entusiasmados por el cambio de ministro de educación, aparecieron (con mucha periodicidad) encuestas nacionales de opinión, artículos periodísticos y editoriales buscando influir en las autoridades y convencer a la opinión pública que la salida a los problemas de la mala calidad educativa del país sería entregar el servicio educativo a la iniciativa privada o a las apuestas público-privadas. 

Alfredo Torres, presidente ejecutivo de IPSOS Perú, invitaba al Ministro Saavedra en su artículo "La iniciativa privada en educación" a tomar en cuenta ciertas educativas privadas para tomar decisiones de política educativa. Las iniciativas descritas por Torres son exitosas (de hecho he colaborado en alguna de ellas y he evaluado otras), pero tienen sobrevolando sus cabezas el tema de "escala". Y en relación al éxito del "modelo" Fe y Alegría como iniciativa de alianza público-privada sería interesante preguntarnos si los logros evidentes de esas escuelas son atribuibles solo al modelo o acaso se debe al tipo de institución con la que el Estado se alía. ¿Acaso todas las instituciones privadas tendrán la mística, el compromiso y la calidad de Fe y Alegría?

En ese mismo artículo, mientras que Torres sostiene que:  
"La publicación de ránkings de escuelas en cada provincia llevaría a un esfuerzo conjunto de maestros, padres de familia y alumnos por mejorar sus resultados en la siguiente medición."
El investigador principal de GRADE, Santiago Cueto, respondía en su artículo "La competencia como motor para mejorar la educación: un voto en contra" que:
"En Fe y Alegría lo que prima es la solidaridad, más que la competencia."
Otro artículo de Fritz Du Bois, director de El Comercio, fue respondido por el periodista Santiago Pedraglio en su columna del diario Perú 21. Pedraglio empieza su artículo afirmando que:
"Se equivoca Fritz Du Bois cuando en su columna de El Comercio (22.12.2013) concluye que “Al final de cuentas, el desastroso manejo de la educación pública durante décadas ha sido compensado por la intervención del sector privado”
Otras editoriales y artículos siguieron en la línea de defensa de la educación privada. Hace algunas semanas, Juan José Garrido Koechlin, director de Perú 21, sostuvo en su columna diaria que:
"Ojalá veamos pronto un destello de luz; llevamos demasiado tiempo en este túnel estatista y asfixiante que prometió aquello que, claramente, no ha podido cumplir." 
Las evidencias mostradas sobre la educación privada y la comparación de esta con la oferta estatal son claras. La oferta privada es heterogénea. Coexisten en dicha oferta educación de buena y mala calidad. La escuela privada no es buena por el solo hecho de ser privada y, de hecho, hay zonas donde la oferta estatal obtiene mejores resultados que la privada.

El Ministro de Educación, Jaime Saavedra, ha sido claro. En una entrevista publicada en El Comercio en diciembre del año pasado confirmó la decisión de su gestión por impulsar la educación pública y recordar que la oferta privada es heterogénea.
"Lo que tenemos que cambiar es la lógica de que al colegio público va el que no puede pagar y que al privado va el que sí puede. El sector privado es muy heterogéneo, hay colegios de élite y colegios particulares de mala calidad. La etiqueta de privado no garantiza que la educación sea mejor."
Seguramente en pocas semanas, como desde hace varios años, tendremos los resultados de las evaluaciones censales de estudiantes que realiza el Ministerio de Educación. Que estos anuncios sean una nueva oportunidad para atender los asuntos urgentes como las desigualdades educativas que hace poco Hugo Ñopo, economista líder del BID, mostró en su post "Próxima estación: menos desigualdad"; y la necesidad de mejorar la educación, pública y privada, bajo el liderazgo del Ministerio de Educación.

Abandonar (al menos a veces) la doctrina para adentrarse en el conocimiento es un ejercicio interesantes e incluso gratificante. Quedan todos invitados.   

jueves, 6 de febrero de 2014

La campana (rajada). Los 50 años del IEP

Cada vez que suena la campana del patio de la casa de Horacio Urteaga se inicia una marcha particular. Todos más o menos cansados, más o menos entusiasmados caminamos hacia la Mesa Verde convencidos que hay algo que escuchar, que hay algo que decir. Y es que en el IEP, el tañido de la campana se convierte en un llamado al encuentro. Algunos nuevos investigadores y visitantes advierten que la campana está rajada y alertan. De manera automática se escuchan las voces de respuesta que al unisono dicen: "Está así hace años". Nadie debe saber con certeza desde cuando está así y es posible escuchar, a la sombra del suche, varias hipótesis sobre el tema y también algunas posibilidades de solución. No importa. La vieja campaña rajada suena para avisarnos que es tiempo para discutir de la actual coyuntura política, de los resultados de una investigación o del diseño de un nuevo proyecto.

Y es que eso es para mí el IEP. Un espacio en permanente tensión, creativa y retadora, entre "lo de antes" y "lo de mañana". Entre seguir siendo lo que somos y construir lo que queremos ser. Entre el recuerdo del viejo proyecto "Perú Problema" y la expectativa por el nuevo programa institucional "Estado y Sociedad en el Perú de Ingreso Medio".

Ya hay varios y muy buenos balances sobre la producción académica del IEP y el impacto de esta en la vida nacional. Probablemente luego preparé alguno sobre la contribución iepina a la reflexión educativa en el país. Pero ahora, con genuina actitud celebratoria, solo quiero compartir la felicidad, el orgullo, el reto y la responsabilidad que significa cada semana tomar el café de los lunes (para los comentarios políticos de rigor) con Julio, el "moin moin" tempranero a Golte (y a veces tempranero a Ludwig), las consultas a Vicky en la biblioteca, la conversa sobre todo y desde la ventana con Pati Z., otro (rápido) café con Carolina para un salpicado de coordinaciones, el intercambio sobre el Estado en el pasillo con Romeo (perturbando el silencio de Ramón), un pucho (antes) en la oficina de Camsi para ponernos al día, nuestro proyecto trunco (parece que ya no más) sobre indígenas con Marisa, de tanto en tanto un veloz (y racional) análisis político con Tanaka y las largas conversas con Natalia, Caro de Belaunde y Mariana solucionando la educación (y a veces la vida). 

En esos cafés, en esos pasillos, en esas Mesas emergen nuevas ideas, desaparecen otras y se confirman algunas. En cada una de esas conversas aprendemos y enseñamos; nos peleamos y nos amistamos; acertamos y nos equivocamos; buscamos nuevas pistas y también regresamos a las viejas fórmulas. Pero una idea permanece tercamente en cada uno de esos espacios: ¿qué nuevas preguntas necesitamos para comprender mejor al Perú?

Así, como la vieja campana rajada, seguimos siendo lo que somos. Criticamos y nos criticamos. Permanecemos a la vez que cambiamos. Buscamos ser más auténticos. Desafiamos el tiempo.

¡Felices 50 años IEP!