¡Al debate!... con ética del discurso
Como
parte de su teoría de acción comunicativa, Jürgen Habermas sostiene que la
interacción comunicativa —aquella que contribuye a sostener la democracia— requiere que cada
individuo sea capaz de plantear sus ideas, bajo la premisa
que estos planteamientos están sujetos a refutaciones y son susceptibles de ser
modificados (enriquecidos) por un “otro” (distinto) que es reconocido
como un interlocutor válido. En esta interacción el “mejor argumento” es la
única restricción posible.
A
un mes de aprobado el dictamen de la Ley Universitaria por la Comisión de
Educación, Juventud y Deporte del Congreso de la República, el inicio de una
conversación parece haber llegado. Hay una tregua en la despiadada batalla
plagada de agresiones, de descalificaciones de personas, de posturas doctrinarias,
de intereses particulares. Y aun cuando hay algunos políticos, rectores y funcionarios que apuestan tercamente en petardear el debate, grupos de estudiantes, algunos periodistas y gremios, algunos profesores universitarios y especialistas intentan abrir el camino de la discusión.
Uno
de estos actores que han entrado al debate son los estudiantes. Por el momento, han intercambiado algunas ideas representantes de la Federación de Estudiantes del
Perú (FEP) y de la Federación de Estudiantes de la Pontifica Universidad
Católica del Perú. Ambos grupos coinciden en la eliminación del lucro y la necesidad de asegurar la autonomía de la superintendencia nacional de educación universitaria (SUNEU). Por su lado, la FEP ha convocado a otras federaciones de estudiantes a una Asamblea General de Dirigentes Estudiantiles (ANADES) para el 31 de enero y la FEPUC ha presentado una propuesta de modificación de artículos del dictamen.
Por otro lado, la Federación de Instituciones Privada de Educación Superior (FIPES) anuncia que presentará una propuesta de modificación de artículos y los congresistas Yohny Lescano y Karla Schaefer han presentado dictámenes en minoría.
Al seguir el debate (aun precario y elemental en consideración a Habermas) es posible darse cuenta que el origen de "todas las iras" está en quién regula qué calidad: ¿autorregulación institucional?, ¿el mercado? ¿una institución del Estado? ¿educación para el mercado laboral o para el conocimiento y la ciencia? ¿para ambos? ¿en qué medida cada uno de ellos?
Las propuestas para solucionar la regulación de la calidad deben liberarse de intereses particulares y anacrónicas doctrinas. Ni los mecanismos de aseguramiento de la calidad, ni las instituciones responsables de implementarlos están funcionando. Luego de más de 10 años, de las 84 universidades autorizadas por CONAFU, 64 funcionan con autorizaciones provisionales y el CONEAU solo ha podido acreditar 8 carreras de todas las que se ofrecen en las 140 universidades que existen en el país actualmente.
La situación es urgente, el debate tiene que estar a la altura para que las decisiones sean las mejores. Por ello los argumentos y la evidencia deben ser el centro de la discusión. Colocar la calidad por encima de intereses y doctrinas es una buena salida; como también lo es empezar considerando que el "otro" también existe.
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