domingo, 19 de enero de 2014

“La trampa de la trampa". Una respuesta a Juan Fernando Vega

Hace unas semanas, mi amigo Juan Fernando Vega publicó interesantes reflexiones en el blog "Universidad siglo XXI" de la dirección de asuntos académicos de la PUCP. En el post, titulado "Errores indeseados. Trampas del paradigma elitista en el debate universitario.", Juan Fernando sostiene que las críticas [negativas por cierto] sobre el crecimiento [desmedido, también por cierto] de la oferta universitaria supone una inclinación hacia posiciones cercanas a la idea de una educación universitaria elitista. Vega recurre a un conjunto de ideas aparecidas en una nota periodística en Perú 21, en declaraciones del Congresista Daniel Mora y en un artículo de Gustavo Yamada, Juan F. CastroJosé Bacigalupo y Luciana Velarde publicado en la Revista Apuntes para concluir que:
"En realidad ambos argumentos asumen una idea común implícita (eso hacen los paradigmas): la educación universitaria debería conservar el carácter que solía tener: ser reservada a unos pocos con altas capacidades (paradigma elitista)."
Juan Fernando propone "darle la vuelta" al supuesto; es decir, reconocer que el camino a la universalización de la educación universitaria es el deseable y el necesario, y que, por lo tanto, la restricción de la oferta no tiene sentido. 
"Si cambiamos el supuesto y decimos que es necesario e inevitable universalizar la educación superior, y que esto implicará la práctica universalización de la educación universitaria (paradigma universal o inclusivo), ambos argumentos pierden razonabilidad."
Juan Fernando se plantea preguntas interesantes sobre la gratuidad de la educación superior, la articulación de la educación universitaria y técnica, y la diversificación de la oferta. Sin embargo, Juan Fernando se equivoca en su argumento sobre la mayor importancia que debiera tener la expansión (apelando al derecho a la educación) frente a la calidad que esta expansión exhibe. Postula una premisa contradictoria. Reclama calidad, pero desconoce que la expansión desordenada y desregulada trae consigo un deterioro de la calidad. Se apresura en suponer que El efecto no deseado de estas soluciones [restringir la expansión] es que se congelaría la oferta”. Así muchos se quedarían sin oportunidades de estudio.
                                                    
La tensión entre la democratización del servicio educativo y la precarización de la calidad en contextos de expansión universitaria es un tema de preocupación latinoamericana que tiene varios años. El IESALC, CINDA, Claudio Rama, Emilio Gautier o José Joaquín Brunner han reflexionado sobre el tema y grosso modo han concluido en que los beneficios de la expansión del sistema universitario será en efecto positivo si el servicio ofrecido es de calidad; es decir, democratizar con calidad.

En el Perú, es evidente el problema de la calidad del servicio universitario [se puede revisar el post anterior]. Alrededor del 38% de la matrícula universitaria está concentrada en 10 universidades, de las cuales 8 están ubicadas en los puestos inferiores de cualquier ranking elaborado en el país o son aquellas que cuentan con los menores números de publicaciones científicas, docentes con grados académicos altos, etc.


Pero además, Vega deja entrever una posición conservadora y tradicional sobre la calidad educativa. Esa que establece que primero se debe asegurar la ampliación de la cobertura para luego buscar calidad, a partir de las leyes del mercado o de la autorregulación. Las evaluaciones de las reformas educativas emprendidas en los años noventa bajo este enfoque han determinado que esa “formula” no funciona. Ampliación de cobertura sin calidad no tiene sentido, castiga a los más pobres y no cumple con la movilidad y mejora que la educación promete. En el caso de la educación superior, el problema se agrava porque en este nivel no hay marcha atrás. Una persona formada en una institución de mala calidad solo contribuirá a incrementar las tasas de subempleo profesional o, peor aún, la informalidad en el país.

Juan Fernando hace una tímida mención al problema de la calidad. Afirma que: “Por supuesto, esto no implica que nuestro argumento no contenga riesgos indeseables. [Se refiere a la universalización]. Incluso en una lógica de universalización será necesario asegurar la calidad de los servicios prestados.” No obstante, a la luz de los resultados, el problema de la calidad no es un “riesgo indeseable” es el principal problema que hay que enfrentar. Debiera ser la mayor preocupación. Una salida [propuesta por Juan Fernando y por el propio Consejo Nacional de Educación] es la instalación de un sistema que integre lo universitario y lo técnico. Pero eso no alcanza. Se requiere regular la calidad del servicio educativo y es en ello donde la discusión sobre la Superintendencia Nacional de Educación Universitaria cobra sentido.

El reto, Negro, está en como sacarle provecho a la democratización de la educación superior. La trampa no es paradigmática. La trampa está en creer que el orden correcto es expandir y luego cuidar la calidad. De esa trampa ya hemos tenido bastante y estamos ahora pagando sus consecuencias.

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